«La misma chica que sonríe y habla sin parar, es la misma que llora a solas antes de irse a dormir».
Desde que abro los ojos hasta que me vuelvo a acostar me encuentro luchando contra mí misma. Resulta que a medida que pasan los años me convierto cada vez más experta en encontrarme defectos; en encontrar motivos para no quererme. Para que no me quieran. Sentirme insuficiente para absolutamente todo es algo de todos los días.
A veces siento como si me estuviera ahogando en mi propio cuerpo: me falta el aire y mi corazón se acelera tanto que respirar hondo no sirve de nada.
Pero de lejos, nadie se imagina que por las noches cierro los ojos muy pero muy fuerte y deseo con todas mis fuerzas sentirme un poco mejor... sentirme feliz (distinto a estar contenta).
Y es que no hay nada peor que encariñarte con tu propia tristeza.