lunes, marzo 23

«La misma chica que sonríe y habla sin parar, es la misma que llora a solas antes de irse a dormir».

Desde que abro los ojos hasta que me vuelvo a acostar me encuentro luchando contra mí misma. Resulta que a medida que pasan los años me convierto cada vez más experta en encontrarme defectos; en encontrar motivos para no quererme. Para que no me quieran. Sentirme insuficiente para absolutamente todo es algo de todos los días. 

A veces siento como si me estuviera ahogando en mi propio cuerpo: me falta el aire y mi corazón se acelera tanto que respirar hondo no sirve de nada. 

Pero de lejos, nadie se imagina que por las noches cierro los ojos muy pero muy fuerte y deseo con todas mis fuerzas sentirme un poco mejor... sentirme feliz (distinto a estar contenta).  

Y es que no hay nada peor que encariñarte con tu propia tristeza. 

lunes, diciembre 16


I'm young and in love.
Después de un día largo (muy largo) por fin me desprendí de toda la ropa que llevaba encima y me puse mi pijama de felpa. Otra vez mi piel entró en contacto con el crudo invierno; este es el cuarto consecutivo y ya casi que me voy acostumbrando.
Exhausta, ordené la pieza del hotel en donde me estoy hospedando y ya rendida me tiré en la cama. Todavía no consigo acostumbrarme al horario de esta ciudad. Sé que el fenómeno que estoy sufriendo  es el conocido y muy famoso jet lag. No es que haya demasiada diferencia horaria entre Argentina y Nueva York, pero por algún motivo tengo problemas con poder conciliar el sueño. Doy mil y un vueltas en la cama pero nada. Si bien mis piernas saben que no podrían dar ni un paso más y además de sentir todo mi cuerpo como si fuese una bolsa de cemento, estoy más despierta que nunca. Otra vuelta más. Cierro muy fuerte los ojos y por un momento, pienso en todo lo que hice en el día: me levanté y no me sentía muy bien. Aún así me junté en pedazos y me vestí. Me reuní con el resto de mi familia y juntos fuimos a desayunar. Discutimos qué haríamos en el día y por fin salimos al ruedo. Nos tomamos el subte* hasta Central Park y dimos un pequeño recorrido por el parque. 
*Andar en subte se encuentra ahora y de manera definitiva en mi lista de cosas favoritas. Cada vez que el metro partía de cada estación podía sentir mi cuerpo salirse de su lugar: una mezcla de emoción y adrenalina. Para mí, una de las mejores sensaciones en el mundo. 
Volviendo al parque, nos entusiasmamos con un par de ardillas que parecían querer enfrentarnos con cada paso que dábamos. Y es que ese lugar es su hogar y nosotros simples humanos que están de paso. Nuestro próximo destino fue el museo de arte moderno. No sé muy bien cómo describir lo que sentí cuando entré, pero puedo decir honestamente (y pese que mi bachiller es en Artes Visuales) no entiendo muy bien esto del arte, pero estoy impaciente por descubrirlo. Después de recorrer cuatro pisos, nos sentamos a almorzar en un restaurante dentro del museo. Nuestro mozo, (y sí que creo en las casualidades) era argentino, pero no lo supe hasta que terminé de ordenar el menú de toda mi familia. —Ya les traigo su comida— nos dijo, y boquiabierta y un poco indignada al notar su pronunciación (yeísmo) le contesté —¡Todo este tiempo hablabas español!—. Entre risas me dijo —¡Hay que practicar!—. El buen hombre, finalmente, luego de servirnos la miniatura de platos que habíamos pedido y que había costado lo que sale un pulmón, nos recomendó otros lugares por la zona que debíamos visitar. Así fue cómo llegamos al Rockefeller Center y su árbol de Navidad súper luminoso. No que no hayamos disfrutado de esos últimos momentos, pero el frío era cada vez más tedioso y el cansancio se iba haciendo notar. Terminamos nuestro paseo en la catedral de San Patricio y apenas puse un pié en la calle, estiré mi brazo y paré un taxi: al hotel por favor.
Salí de ese pensamiento y me sumergí en otro. Quienes me conocen de siempre saben muy bien que mi sueño de pequeña es ser una famosa escritora viviendo en Nueva York. Por un segundo pensé: me encuentro acá y ahora en este lugar y va a ser mi casa por 15 días, pero me falta una cosa: si mi sueño es ser escritora tengo que volver a escribir. Salí de la cama casi corriendo y agarré mi notebook. Por suerte mi blog siempre está abierto para cuando me agarran estas ganas desmedidas de volver a hacerlo.
(Apuesto a que ahora cierro los ojos y me sumerjo en el mejor de los sueños).


jueves, mayo 31

Here’s My History 2


Como bien muestra la imagen, este blog lo cree hace ocho años atrás. Hoy me hubiera gustado haber podido leer aquellas viejas entradas que un día borré y que de cierta manera formaron parte de mi infancia, de mi inocencia y de mi crecimiento. Poder ver cuánto he crecido como persona (y porqué no como escritora) hubiese sido algo estupendo. Sin embargo, me quedo con algunos pequeños recuerdos de lo que alguna vez compartí en este sitio.
Años después desde que borré todas las entradas de este blog, por fin puedo decir que ya me encuentro bien. Que otra vez he encontrado el sentido de la vida. De mi vida.
Pasé tiempos muy difíciles en los que simplemente sentí la necesidad de desconectarme de todo, incluso de mi misma. Sufrí mucho. Muchísimo. Al punto de sentir que nadie me podría llegar a hacer sentir mejor. Me llevó mucho tiempo mejorarme tanto física como psicológicamente y ahora ya casi no recuerdo cómo es que salí de nuevo a flote, pero lo hice. A lo mejor, algún día, me anime a escribir sobre aquel apagón en mi vida.

Punto y aparte.

Quiero decir que me siento mejor, pero al mismo tiempo sé que tengo mucho por mejorar. Y lo que más quiero resaltar es esto de estar de nuevo acá. Escribiendo otra vez. Para ningún público en especial y solo por placer (y no saben qué bien se siente estar de vuelta).

viernes, abril 6

«Dicho todo esto, lo que pienso hoy de Dios es muy sencillo. Pondré un ejemplo para explicarlo: yo tenía una perra fantástica. La había sacado de la perrera municipal. Era una mezcla de unas diez razas distintas, pero parecía haber heredado los mejores rasgos de todas ellas. Era de color marrón. Cuando la gente me preguntaba: ¿De qué raza es?, siempre les contestaba lo mismo: Es una perra marrón. Asimismo, cuando me preguntan: ¿Tú en qué Dios crees?, mi respuesta es sencilla: Creo en un Dios grandioso».



Del libro Comer, Rezar, Amar.

domingo, agosto 19



Yo elegí quererte y todas las consecuencias que eso conllevaba, elegí que tu fueses la persona que llenase mis días de sonrisas, elegí que tu olor era el que mejor le venía a mis sabanas, yo elegí que me comieras a besos, elegí también tu voz al otro lado del teléfono. Elegí llorar por ti de vez en cuando, elegí creerme tus verdades y creerme a medias tus mentiras, elegí que no quería otros abrazos, que no quería otras manos agarradas a las mías, que no quería ver por la mañana otra cara que no fuese la tuya, elegí nuestro mes del año y nuestro día del mes, elegí que tu fueras mi locura y mi cordura, elegí llenar el silencio de la noche de nuestra risa. Elegí las idas y venidas, las despedidas, elegí la impotencia, la incertidumbre y tu impredecibilidad, elegí el miedo a fallar y los impulsos, elegí las miradas, elegí temblar, elegí hacerme adicta a sus palabras, al corte de tu voz. Elegí conservar intacto cada momento, y dejar huella de lo que algún día fue. Elegí que mi mayor hobbie era verte dormir entre sabanas blancas, elegí no callarme nada, elegí darte todo, elegí hablar de nosotros cuando hablaba de ti, elegí ser fuerte sin la ayuda de ningún tipo de coraza y luchar por un solo motivo, elegí darte todas mis oportunidades, elegí quedarme con tus manías, tus defectos y tus carencias. Elegí perdernos debajo de cualquier edredón, y tu respiración en mi oreja derecha, elegí hacerlo lento, y la pasión a gran escala, elegí estremecerme sola y únicamente con tus caricias, elegí no ponernos límite. Elegí el sabor agridulce de las discusiones que acababan en abrazo, elegí derrumbarme cuando ya no aguantaba más, elegí encontrarte en lugares donde nunca estarías, elegí seguir queriéndote aún cuando ya no estabas. Elegí arriesgar y jugarmelas por vos. Y no me arrepiento de nada.


Anónimo.